DECISIONES (Parte II)
(... continuación)
Cynthya se quedó mirando aquel anillo. Era la joya más preciosa que había visto en toda su vida. Por su mente pasaron todos los recuerdos de los momentos vividos junto a James. Aquel hombre al que había conocido en un hotel perdido del Caribe, con el que apenas había compartido un mes de su vida, le pedía que se unieran para siempre.
-No sé que decir – dijo Cynthya casi balbuceando.
-Sinceramente... esperaba un “Sí quiero”.
James se arrodilló frente a ella que permanecía sentada y la miró a los ojos.
-Te quiero Cynthya. No he querido a nadie en toda mi vida como te quiero a ti. Sé que parece una locura, que sólo nos conocemos hace un mes y que estás aquí para olvidarte de Giovanni. Sé que todo te parecerá precipitado, pero también sé que dentro de ti hay algo que te dice que no estamos locos.
-No es tan fácil, piensa que...
-Mírame a los ojos – le cortó rápidamente él -, mírame y dí que no sientes que quieres pasar conmigo el resto de tu vida.
-James, todo esto ha sido genial, pero ha sido genial aquí. ¿Quién nos asegura que seremos felices en Palermo? O en cualquier otra parte del mundo. Aquí ha funcionado, pero los dos sabíamos que esto acabaría. Toda tu vida está en este Hotel. Aquí naciste, aquí te criaste, aquí has pasado toda tu vida. Si te marchas conmigo y no sale bien, jamás me lo perdonaré.
-Esa es una decisión que me corresponde a mí tomar.
-¡ NO ! - la voz de Cynthya sonó tajante, como si acabase de dictar una sentencia irrefutable -. Es una decisión que debemos tomar juntos. Y no voy a permitir que pongas tu vida en juego solo por mí. -¿Has pensado en David?
-Es mayorcito, sabrá cuidarse solo.
-¿Estás seguro? Yo creo que no está preparado para llevar esto sin ti. -Él es feliz encargándose de la Terraza, y dejándote a ti las responsabilidades. ¿No te has dado cuenta?
-Él sabe que tarde o temprano tendrá que asumir el mando.
-No se trata solo de eso. ¿Te crees que no os vi esta tarde? Es un niño, no sabe hacer otra cosa que adorarte. ¿No te das cuenta que sin ti se sentiría perdido?
-Cynthya... no podemos renunciar a nuestro amor por David, ni por este Hotel, ni por nada.
-No renuncio a nuestro amor – unas tímidas lágrimas recorrían las mejillas de Cynthya, mientras se paraba a tomar aire para seguir con la exposición de su decisión -. Jamás en toda mi vida querré a otro hombre como te quiero a ti. Jamás. Sé que cuando esté con otro hombre en la cama, pensaré en ti – Las lágrimas cada vez eran más numerosas y su voz se entrecortaba cada vez más por la emoción - Sé que cuando sea feliz dentro de muchos años con mi marido y mis hijos, daré las gracias cada día por haberte conocido. No habrá un sólo día en mi vida, que no piense en ti al despertarme. No habrá una sola noche en la que al acostarme no rece por ti y pida porque sigas aquí feliz.
-¿Y eso no es renunciar a nuestro amor? Te llevas recuerdos, pero no te llevas amor.
-Estás muy equivocado. Cuando dentro de unos años mis nietos se reúnan y me digan “Abuela, cuenta esa historia que tanto nos gusta”, les contaré la historia de una joven italiana que viajó al Caribe para olvidar que su novio la había abandonado por su mejor amiga. Les contaré que esa joven que llegó como una turista y que durante muchas noches quiso quitarse la vida, encontró alguien que la hizo nacer de nuevo. Alguien que la hizo sentir útil, que le demostró que la vida es más que estar con alguien. Que el amor es algo más que un sentimiento hacia una persona. Que gracias a ese viaje su vida cambió y ella se convirtió en una persona feliz, una persona que transmitió esa felicidad a sus hijos. Les contaré una historia de amor tan bonita, que ellos se la contarán a sus hijos. Y sus hijos a sus hijos, y así viviremos eternamente juntos.
-Yo no quiero vivir en una historia que cuenten dentro de cien años. -Yo quiero vivir mi historia contigo mañana, dentro de un año y dentro de diez.
Cynthya seguía llorando y casi no quería mirar a la cara a aquel hombre al que en ese momento estaba rompiendo el corazón, pero que sabía que era la mejor decisión para ambos.
-¿No te das cuenta que no seríamos felices? - Cynthya trataba de demostrarle que estaba tomando la mejor decisión, pero sabía que no iba a ser fácil.
-No, Cynthya, no me doy cuenta. No entiendo cómo puedes decirme que no vamos a ser felices sin intentarlo siquiera.
-Porque esta es la imagen que quiero de ti. Quiero recordarte como lo mejor que me ha pasado en la vida. Como el hombre que me dio la vida cuando estaba hundida. Como el hombre que me amó sin esperar nada a cambio.
-Supongo que no volveremos a vernos
-No lo creo. Nuestros caminos se separan aquí. Es lo mejor, ya lo habíamos hablado y los dos acordamos que sería así.
-Lo sé, pero me cuesta demasiado. Es como si la vida me dijera “¿Ves esa mujer?¿Ves lo feliz que eres? Pues no te acostumbres, porque nunca podrás tenerla”
-Seguro que encontrarás alguien mejor que yo.
-Yo no quiero alguien mejor. Te quiero a ti.
-No lo hagas mas difícil.
Cynthya se acercó a James y le dio un beso en los labios. Seguidamente le susurró al oído:
-Aquí se acaba todo amor mío. Recuerda siempre este momento.
James no supo reaccionar. Su cuerpo entero se desplomó como si hubiese perdido las fuerzas, tumbado sobre la arena, contemplando la noche estrellada. Allí se quedó, contando estrellas, recordando cada momento vivido junto a aquella mujer.
***
Al día siguiente, Cynthya esperaba en la cola de embarque del aeropuerto. Partía rumbo a Roma, donde pasaría unos días con unos familiares antes de volver a Palermo, a retomar su vida de siempre. De pronto una voz que le resultaba familiar, pronunciaba su nombre.
-Señorita Mancini. ¿En serio piensa que la voy a dejar marcharse sin mí?
-Creí que no llegarías nunca – dijo ella, que seguía dándole la espalda.
-Tenía que arreglar unos asuntos antes de marcharme – le dijo mientras la agarraba por los hombros para hacer que girara -. ¿No me vas a dar un beso?
-Claro que sí... amor mío. Pero no te impacientes, tenemos toda la vida por delante.
Cynthya se volvió, y allí estaba David. Se abrazaron y se fundieron en un beso, mientras esperaban que les llegase el turno de pasar la puerta de embarque, para tomar el avión que les conduciría a su nueva vida juntos.
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