viernes, 15 de junio de 2007

IV. El Ekilibrio

Creo que todo esto se me está escapando de las manos. No sé si el tal Ekilibrio será como llaman a Somoza o será un zumbado con una neurona más que el resto como para erigirse en su oráculo tipo Matrix. ¿Será un tipo subido a un alambre en plan funambulista?

Edmundo me lleva fuera del club, hotel, o lo que sea este lugar. Me sube a un coche, un BMW X3. Joder, de dónde sacará esta gente la pasta. Seguro que son como las sectas esas que roban a los viejecitos sin cultura ni dos dedos de frente.

Salimos de esa zona y nos adentramos en el pueblo. No hay mucha gente, excepto varios vecinos que nos miran de una forma un tanto extraña. Más bien me miran a mí, porque parece que a Edmundo lo conocen, o al menos parece resultarles más conocido.

Llegamos hasta una calle donde hay un bar llamado "La trocha" y Edmundo para el coche justo en la puerta. Se vuelve hacia mí y me da indicaciones de qué hacer.

- ¿Ves esa casa que hay en frente? - me dice. Supongo que será una pregunta retórica ya que no soy ciego y la casa está a unos pocos metros. - Tienes que entrar y subir a la segunda planta. Allí te está esperando.
- ¿Y si en vez de entrar me voy al bar a meterme un cubata, que es lo que me pide el cuerpo? - Le respondo un poco subido de tono.
- Eres libre de hacer lo que quieras. Pero piensa que el alcohol no se gastará si lo dejas para otro momento. Quizás él no quiera verte en otra ocasión.
- Vale, me has convencido. Quiero ver a ese equilibrista a ver de qué va toda esta locura.
- Cuando acabes ya sabes el camino de vuelta, aunque yo aprovecharía para dar un pequeño paseo por el pueblo. Verás como luego lo miras con otros ojos.

Me bajo del coche y mientras arranca, baja la ventanilla y me dice.

- Ah, por cierto ten cuidado.
- ¿Con qué?
- Con los otros - me dice mientras acelera y se pierde en la primera calle a la derecha.

Las intrigas de esta gente me están empezando a cansar. Aunque sigo sin recordar por qué llegué aquí, qué carajo me hizo desviarme de mi plan inicial de ver mundo para recalar en este pueblo de zumbados, siento que quiero llegar al fondo de toda esta trama de acertijos y planes ocultos de ese tal Somoza.

Tal como me ha indicado, entro en la casa y subo a la segunda planta. Al acabar las escaleras, sólo hay un largo pasillo en el que no hay puertas. Recorro el pasillo buscando algún tipo de puerta secreta (¿me estaré volviendo tarumba yo también? ¿será verdad que todo se pega menos la hermosura?) Hermosura... pienso en Agatha. De pronto lo siento. Es una presencia. Alguien que agita sus brazos como bailando. Color grisaceo. Es una mujer, no hay dudas. No la veo, pero la siento. Ha sido sólo un momento, pero ha sido real.

Me doy cuenta que estoy al final del pasillo y que no hay puertas ni camino que recorrer. Me doy la vuelta y allí está. Una puerta al fondo del pasillo en dirección contraria a la mía. Antes no estaba, estoy seguro.

Una inscripción grabada en la puerta.

Nada crece.
La línea descubierta se muestra
inalterable. Los muertos,
plantados en el suelo desde hace tiempo,
mueren y nos sonríen.

Nada crece.
Desde el más escondido de tus sentimientos,
oimos gritos agudos,
nos envías trece damas desnudas
y una semilla recien plantada.*


Vuelvo a sentir su presencia. Ahora es más fuerte. La veo sin verla. ¿Quién es? Un escalofrío me recorre el cuerpo. Me doy la vuelta y la veo. Ahora es una niña, con una pelota de plástico. Va vestida de blanco. No es la misma presencia de antes.

- Aquí estás - me dice mientras bota la pelota.
- ¿Tú eres ese equilibrio del que hablan?
- Yo soy lo que tú quieras que sea, porque soy parte de ti.
- Pero eres una niña - le digo.
- Soy como tú quieres que sea. Si quisieras que fuera un hombre vestido de futbolista lo sería. Si quisieras que fuese una viejecita con achaques lo sería.
- ¿Qué eres?
- Soy el Ekilibrio.
- ¿Qué significa eso?
- Estoy aquí para velar por el equilibrio.
- ¿Qué equilibrio?
- Ya has conocido al Club Somoza. Pero ellos no son los únicos que tratan de averiguar las claves secretas que se esconden en las obras de Somoza. Hay otro grupo.
- ¿Los otros?
- Así se llaman mutuamente. Los otros, según los miembros del Club Somoza son "Los descifradores de Enigmas", tal como se autodenominan.
- ¿Y qué diferencia hay entre unos y otros? ¿unos son los buenos y otros los malos?
- Me temo que aquí no hay buenos ni malos. Todo depende del plano en que los miremos. Ambos estudian las teorías que se hayan en la obra de Somoza, pero lo hacen de forma distinta. Mientras los del Club estudian sus libros y tratan de encontrar las claves desde la teoría, los descifradores lo hacen desde la práctica. Todos formaban parte de la misma entidad, pero con el tiempo y ante las dos diferencias que había entre ellos, se separaron. Al club los lidera lucía, y a los descifradores...

La vuelvo a sentir. Esa presencia. Esa mujer. ¿Qué demonios me pasa? Cierro los ojos con un leve parpadeo mientras de nuevo el escalofrío se apodera de mí. Ya no es una niña. Es un hombre normal, treintaypocos, moreno y con gafas. Me quedo paralizado. No es posible. Esto es un mal sueño

- No, no es un sueño. Ahora has querido que me muestre tal como soy, y no como te gustaría que fuera para que todo esto te resultase más sencillo.
- Pero... no es posible - noto que me falla la voz. Unas lágrimas caen hasta mis mejillas.
- Tranquilo. ¿Te han explicado la teoría de los planos y los fotogramas? Pues es cierta. En este lugar se mezclan distintas verdades, distintos lugares. Y mi misión es que lo hagan con cierto orden.
- ¿Entonces? ¿Qué se supone que se espera de mí? - Mi llanto se apodera de mí - ¿Qué hago aquí?
- Eso es algo que pronto descubrirás. Quizás tengas la clave para desvelar por fin el secreto que guarda Somoza.
- Pero ¿y si es algo que debe seguir así? ¿Y si todos se equivocan y no hay nada de mágico en esas líneas?
- Por fin has empezado a comprender.

La siento de nuevo. Esa presencia que me hiela el cuerpo. Me siento como a veinte grados bajo cero. Hasta mis lágrimas me parecen escarcha. ¿Qué demonios pasa en Roquedal? El Ekilibrio ya no está y siento como si nunca hubiese existido.

Bajo las escaleras y llego hasta la puerta. Ya no lo siento, se ha ido. No está aquí. No puedo pararme. Abro la puerta y salgo de la casa. No puede ser. Lo que veo frente a mí es la casa de la que acabo de salir.

Me doy la vuelta, para volver por donde he salido y estoy en la puerta del bar "La Trocha".


*Nota del Autor: Poema extraído de "A José Carlos Somoza y las trece damas" por El Ekilibrio (2006)
**
Éste capítulo fue inspirado por la música de Elmer Bernstein en The Ten Commandments

1 comentario:

El Ekilibrio dijo...

¡Anda!... desconocía yo este blog.
Un orgullo estar en él.

Abrazos MCUL