lunes, 27 de abril de 2009

Mr. Nokia


- Buenas, estoy buscando un libro de Ericson - Pregunto a la dependienta de la librería de El Corte Inglés
- Los manuales de móviles están en la segunda planta, con los móviles - me responde muy dicharachera.

Lo que empezó como una broma entre colegas se ha convertido en todo un mito y ya hasta se ha hecho oficial el apelativo cariñoso que un día le puse al gran Patrick Ericson (también apodado el sueco de Murcia).

Un tipo singular, del que se dice que en realidad es el Conde de Saint Germain, que hace de la palabra su medio de vida y de los libros su hábitat natural.

Son tres los libros que le he leído y aunque es más conocido por su faceta misterio-histórica-esotérica, debo decir que donde es inigualable es en la poesía. Poesía convertida en prosa que en Baile de dríadas derrocha en su justa medida. Sin caer en la pedantería, hace alarde de su magnífica formación literaria y de una sensibilidad oculta en los otros libros.

Desde aquel congreso en que nos vimos por primera vez no han sido pocas las ocasiones que he tenido de volver a verle, compartiendo no sólo eventos literarios sino también momentos de ocio y lo más importante, cañas a tutiplen. Cañas que han fortificado una relación que ha pasado de conocer a alguien a convertirlo en amigo.

Cuando se marchaba el pasado domingo, nos abrazamos pensando que la semana que viene me toca a mí verle en Murcia, para asistir a la presentación del tercer mosquetero en discordia, del que ya hablé anteriormente en este mismo espacio, llamado Tristante.

Como escritor no diré mucho más, puesto que debe ser cada uno el que lo valore. Yo, sinceramente, debo admitir que me sorprendió. Esperaba un escritor más comercial, pues la temática de sus libros así me lo indicaba. Nada más lejos de la realidad. Me encontré un escritor profundo, con personajes que traspasan el papel. Por eso no paro de recomendar y regalar sus libros.

Como persona, pues qué queréis que os diga, tampoco es plan de daros envidia hablando de lo feliz que me siento al contarlo entre mis amistades. Os invito a conocerlo en una de sus múltiples visitas a las distintas actividades que organizamos conjuntamente en Málaga, Murcia y próximamente el resto de Andalucía. Descubriréis que no son exageradas mis palabras, sino que corren el peligro de quedarse cortas.

Terminaré diciendo que el secreto de que este hombre despierte en mí y en el resto de compañeros (me consta que así es) esta sensación de fortuna personal en forma de amistad, es bien simple. Tras un buen hombre, siempre hay una buena mujer. Y en esta ocasión la susodicha revienta el medidor de culpabilidad.